15 de septiembre del 2008; lo que comenzó como una fiesta para celebrar un año más de la Independencia mexicana, se convirtió en lo que sería catalogado como el primer ataque terrorista en nuestro país.
Morelia, Michoacán: en pleno festejo de la Independencia que tuvo lugar en la plaza de armas de la capital michoacana, se perpetró uno de los sucesos más lamentables en la historia moderna de México, por lo menos hasta ese año.
La fiesta mexicana comenzó con gran fervor y los ahí presentes, se congregaron frente a Palacio de Gobierno para gritar al unísono “VIVA MÉXICO” y así celebrar 108 años de libertad como mexicanos.
Cerca de 30 mil personas abarrotaron el Centro Histórico. El reloj rayaba las 23 horas y el gobernador en turno Leonel Godoy, gritaba la última arenga mientras el público respondía con la emoción a flor de piel.
Al ondear la bandera, a lo lejos se escuchó una detonación que hizo vibrar el suelo y la fiesta mexicana, se hizo tragedia. Lo que al inicio se confundió con explosiones de petardos propios de la celebración y pronto fue desmentido por las autoridades y se confirmaba la noticia, fue una granada de fragmentación lo que detonó en el lugar y momentos después una segunda explosión a unas calles de la primera.
El rumor se comenzó a expandir y pronto el caos y la angustia dominaba la situación; heridos en el suelo, ambulancias abriéndose paso entre la multitud y desesperación era lo que el panorama mostraba.
Las autoridades reportaron 132 heridos al pasar de los días y 8 muertos, de los cuales algunos fallecieron en el lugar de atentado.
No fue hasta meses después que se hizo público que el gobernador en turno, así como el jefe policial, habían recibido amenazas previas al grito, así como varios civiles quienes igualmente fueron advertidos vía telefónica.
Los hechos se adjudicaron de manera extraoficial al narcotráfico y el entonces presidente de México, Felipe Calderón calificó el acto como cobarde y de traición a la patria.
Fue en 2017 cuando los 3 detenidos implicados en el caso quedaron en libertad tras haber permanecido en la cárcel por cerca de 8 años, bajo el justificante de haber confesado bajo tortura su participación en los ataques, pero sin corroborar su responsabilidad.
A 13 años del ataque, no hay detenidos ni procesados de manera oficial.